jueves, 26 de julio de 2007

De madrugada

Amanece en Monimbó, despierto a las 5 y 30 de la mañana y creo que es demasiado temprano para levantarme, pero al escuchar el sonido de los buses que pasan pitando, descubro que afuera ya hay personas que están trabajando. Imagino que así es en el resto del mundo. El sonido de los vehículos que pasan me recuerda que la madrugada es el período de mayor movimiento de trabajo para los monimboseños.

Esos sonidos que emiten los vehículos es por una simple razón, y es que muchos de los nuestros ya se dirigen al mercado a vender limones que seguramente pasaron cortando el día anterior o la madrugada de ese día; otros legumbres como el pipian, chayote, hierva buena, culantro, y así sucesivamente.

En cambio algunos, se dirigen a la capital a estudiar o trabajar, o trasladarse a los departamentos a vender sus productos de zapatería, talabartería o vestidos.

Tal vez, se dirán que esto es normal en todo el país. Entonces ¿En qué nos hace diferente? Monimbó es un pueblo pequeño, una Comunidad de Indígenas de piel canela, cabellos lisos, brillantes, mirada achinada y sonrisa contagiante. Sus mujeres vivanderas bajan desde las zonas rurales con sus delantales, las más ansianas lucen unas peinetas de carey, llevan el pelo enmoñado, en trensas o sueltos y siempre llevan al nieto o a la nieta para que vaya aprendiendo.

Los que inician sus labores a estas horas de la mañana suelen conocerse en el camino y siempre concluyen su conversación con un ¡Va, pues, hasta mañana, si Dios nos presta vida!

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